20, abril de 24
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I. Ávila y los vettones hace 2500 años
II. Castros vettones más importantes de la provincia de Ávila
III. Toros y verracos emblemáticos
− Ávila capital
− Las Cogotas (Cardeñosa)
− Martiherrero
− La Mesa de Miranda (Chamartín)
− Tornadizos de Ávila
− Toros de Guisando (El Tiemblo)
− Ulaca (Solosancho)
− Villanueva del Campillo
IV. Catálogo de esculturas de la provincia de Ávila
V. Lecturas recomendadas
VI. Exposición Vettonia. Cultura y Naturaleza
VII. Exposición Temporal. El descubrimiento de los Vettones
VIII. Rutas Arqueológicas de los Vettones
IX. Fondos de Escritorio, Vettonia - Cultura y Naturaleza
III. Toros y verracos emblemáticos
Toros de Guisando (El Tiemblo)
Descripción | Fotografías | Fotografías de los Verracos
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Los denominados "Toros de Guisando" constituyen sin lugar a dudas el conjunto de esculturas zoomorfas más famosas de la Península Ibérica. Son citados por Cervantes en Don Quijote de la Mancha (parte II, cap. XIV) y Lope de Vega también se refiere a estas célebres piezas en El mejor maestro, el tiempo (acto II). Con su metro y medio de alzada y casi 2,80 metros de longitud, los toros ofrecen un imponente aspecto. Reciben el nombre del cerro que se levanta en sus proximidades, en cuyas faldas se emplaza el antiguo Monasterio de la Orden de los Jerónimos, en el término municipal de El Tiemblo, y muy cerca del pueblo madrileño de San Martín de Valdeiglesias. Se hallan expuestos a cielo abierto, probablemente en el mismo sitio donde fueron esculpidos, en el límite entre las provincias de Ávila y Madrid. El recinto que los alberga, de cara a la sierra de Gredos, se conoce como Venta Juradera, ya que en este mismo sitio el rey Enrique IV se reunió con su hermana Isabel la Católica el 19 de septiembre de 1468, lunes, y la juró por princesa y legítima heredera del Reino de Castilla.
Las cuatro esculturas aparecen alineadas con sus cabezas hacia el oeste. Están completas y muy bien conservadas, apoyadas sobre basas originales que en la actualidad no es posible ver, dado que las estatuas se hallan enterradas a la altura de las pezuñas. El trabajo del granito permite distinguir algunos detalles de la anatomía del animal. En la cabeza son claramente visibles las mandíbulas, orejas y los agujeros para la cornamenta, que sería postiza. Se advierten asimismo las tablas o arrugas del cuello, los antebrazos, rodillas, sexo, dorso y rabo. Las extremidades se encuentran en resalte respecto al bloque en el que fue esculpido cada par. En el costado de alguna de las esculturas se aprecian varios grabados horizontales y en zig-zag, y en tres de ellas se advierten restos de inscripciones latinas, aunque sólo una, y parcialmente, se reconoce en la actualidad en el flanco derecho del toro situado en el extremo norte. Se fecha en el siglo I d.C. y nos informa de la inscripción que fue mandada hacer por un tal Longino en memoria de su padre Prisco, de los Calaeticos: LONGINUS PRISCO CALAETIQ(um) PATRI F(aciendum) C(uravit). Según la tradición Antonio de Nebrija, cronista de Isabel la Católica, hizo los calcos en cera de las inscripciones latinas de los toros.
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Los Toros de Guisando, seguramente, fueron imágenes indicadoras y protectoras mágicas de los prados vettones situados en sus contornos. Su cronología puede establecerse en los siglos IV y III a.C. aunque tres de ellas, con inscripciones latinas, parecen haber sido reutilizadas en época romana como tumbas. La excavación que realizaron, en 1946, Sopranis Salto y Martín Rocha, de dos zanjas perpendiculares a su alrededor resultó éstéril, descartándose la hipótesis de un enterramiento conservado en el mismo lugar.
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