Los Vettones hicieron alarde y ostentación de estos símbolos y enseñas, y su singularidad es suficiente para hacer mella en el ánimo de cualquier espectador sensible. Por eso Cervantes no se olvidó de ellos en el Quijote (parte II, cap. XIV), en el memorable discurso del Caballero del Bosque, y hoy siguen presentes en las plazas de los pueblos y junto a las puertas de las casas. Para infortunio de todos, la hierba ya no crece bajo sus pies. Son el símbolo de una sociedad ganadera ya desaparecida cuyo valor, difuminado por el paso del tiempo, ha llegado hasta nosotros. |