Las culturas y los sitios del pasado despiertan nuestra curiosidad por saber cómo fueron las gentes de otros tiempos y otros lugares. Esa indagación sobre nuestros orígenes más remotos es, de alguna manera, una indagación sobre nuestra propia naturaleza, conocer el pasado es conocernos un poco más a nosotros mismos.
La arqueología se ha ido convirtiendo a lo largo del siglo XX en una disciplina compleja, a caballo entre las ciencias humanas y las ciencias naturales, fortaleciendo sus métodos de trabajo y enfocando mejor la teoría con la que pretende acercarse al pasado material. Pero al fin y al cabo la arqueología es algo simple y complejo al mismo tiempo. En una definición sencilla y provocativa del británico Clive Gamble (Archaeology: the Basics, 2001) es simplemente el estudio del pasado del comportamiento humano a través de los restos materiales y trata de tres cosas básicas: la basura del pasado, los paisajes dónde se arrojo esa basura y todo lo que hacemos para interpretar y entender esas dos cuestiones. La basura del tiempo, enterrada, sucia, y anónima, esa es realmente la materia prima de la arqueología. Pero la basura de los tiempos nos permite revivir a las gentes del pasado, las gentes que usaron, arreglaron, manipularon y desecharon los objetos y los materiales diversos que configuran las existencias humanas. La basura es así testimonio fiel de las vidas del pasado. y los arqueólogos sus interpretes. Pero cabe una reflexión interesante: los humanos como generadores de basura en todas nuestras acciones sociales estamos llegando a un límite. Tras más de dos millones y medio de años de producir basuras ese comportamiento ha llegado a su fin en las modernas sociedades de consumo: ya no abandonamos basura, la reciclamos, la trasformamos en energía, la eliminamos en plantas de tratamiento de residuos sólidos urbanos; en definitiva hemos dejado de ser "productores de basuras" ¿Podrán los arqueólogos del futuro seguir trabajando igual?
_castros/6/foto10.jpg Aquí vamos a presentar un "paisaje con basura fósil" de la Edad del Hierro. No resulta un viaje fácil porque contamos con poca investigación realizada. Y es que para contar historias del pasado es preciso disponer de una amplia y rigurosa investigación arqueológica. Pero no ver paisajes claros debe estimular a la investigación continuada y al sentido crítico de quien recibe mensajes como este.