09, noviembre de 24
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I. Ávila y los vettones hace 2500 años
− Los castros
− Los cementerios
− Señores de pastos y ganados
− Los verracos
− Las ciudades vettonas y Roma
II. Castros vettones más importantes de la provincia de Ávila
III. Toros y verracos emblemáticos
IV. Catálogo de esculturas de la provincia de Ávila
V. Lecturas recomendadas
VI. Exposición Vettonia. Cultura y Naturaleza
VII. Exposición Temporal. El descubrimiento de los Vettones
VIII. Rutas Arqueológicas de los Vettones
IX. Fondos de Escritorio, Vettonia - Cultura y Naturaleza
I. Ávila y los vettones hace 2500 años
Los cementerios
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Las necrópolis vettonas de la provincia de Ávila constituyen la fuente esencial de información para los arqueólogos, teniendo en cuenta el elevado número de tumbas descubiertas. El punto de partida viene definido por dos grandes necrópolis excavadas en los años 30: Las Cogotas, con 1613 tumbas repartidas en cuatro zonas, siendo hasta ahora la única publicada prácticamente en su integridad, y La Osera, que es como se conoce habitualmente a la necrópolis del castro de La Mesa de Miranda, con unas 2230 sepulturas distribuídas en seis zonas. Al otro lado de Gredos, junto al Tiétar, creemos también muy importante referirnos a la necrópolis de El Raso de Candeleda, donde recientes trabajos han elevado significativamente el número de enterramientos hasta un total de 123. Otro grupo significativo lo formarían los cementerios de la provincia de Cáceres (Villanueva de la Vera, La Coraja, Alcántara., El Romazal) para los que tenemos referencias más desiguales bajo el punto de vista cronológico y de los ajuares.
En cualquier caso, lo que resulta característico de todas ellas es su localización frente a las puertas de los poblados, entre 150-300 m. de distancia, su proximidad a las corrientes de agua continuas, que discurren generalmente al este o al oeste de los cementerios, y una particular distribución del espacio funerario. Consiste en concentrar los enterramientos en varios sectores, separados a su vez por espacios vacíos. Cuestión muy debatida es la lectura sociológica que se infiere de esto último. Es muy posible que las áreas funerarias excluyentes estén reflejando un sistema de descendencia en los grupos familiares cuya economía se basaba en el control de distintos recursos, que no podemos precisar, y que se enterraban separadamente para reforzar simbólicamente sus derechos y obligaciones. Por tanto, no resulta descabellado pensar que cada una de las zonas en las que se dividían los cementerios correspondiese a cada uno de los clanes o linajes que habitaban los castros.
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El ritual funerario debió basarse de forma casi exclusiva en la cremación de los cadáveres, hasta su deposición en la tierra, con o sin urna cineraria. En Las Cogotas, en el espacio que media entre la necrópolis y el castro, en una zona de canchales de granito, aparecieron cenizas y restos calcinados de huesos y pequeñas escorias de metal, evidencias que podrían interpretarse a favor de la existencia de lugares específicos reservados a la incineración. La mayoría de los enterramientos ofrece incineraciones simples en hoyo o mediante un pequeño rebaje del suelo natural, sin apenas protección. A veces incorporan estructuras tumulares y encachados de piedra, estelas o pequeñas coberturas de lajas que protegen el enterramiento.
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