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I. Ávila y los vettones hace 2500 añosLas ciudades vettonas y Roma... anterior | Este modelo marca un significativo contraste con los siglos precedentes y sugiere que algunos centros cumplían importantes funciones de servicio para las comunidades de los alrededores, además de facilitar refugio y almacenamiento. Estos grandes poblados fortificados de finales de la Edad del Hierro se conocen también con el nombre latino de oppida (oppidum, en singular), término que utilizó Julio César para referirse a los asentamientos de la Galia. El desarrollo urbano alcanzado por estos oppida podría considerarse resultado de la intensificación del comercio a raíz de la creciente necesidad de Roma de materias primas y mano de obra, cuyo impacto debió ser extraordinariamente importante desde el punto de vista económico. No en vano, sabemos que ciertos bienes de lujo romanos llegaron a la Meseta en el siglo II a.C.: servicios de vajilla asociados al ritual del consumo de vino, aceite de oliva, telas, perfumes... Pero tampoco hay que sobredimensionar esta cuestión: los castros vettones proporcionan desde el siglo IV a.C. numerosas pruebas de la producción de hierro, de la fundición de bronce, de la fabricación de cerámica, de la confección de tejidos, de la talla en piedra, así como evidencias de producción agrícola y de almacenamiento de alimentos a gran escala. También los ajuares de las tumbas de La Osera, Las Cogotas y El Raso demuestran la existencia de intercambios con otras poblaciones de la Meseta e incluso el desplazamiento de productos a grandes distancias, varias generaciones antes de la llegada de los romanos a estas tierras. Hay, por tanto, indicios arqueológicos seguros de una creciente industrialización entre las comunidades vettonas de la provincia de Ávila con anterioridad a la conquista. Lo que está claro es que el aumento de la demanda de materias primas por parte del mundo romano aceleró todavía más el proceso. | El sistema sólo contó con unas pocas décadas de desarrollo independiente. La dominación romana condicionó las características del hábitat indígena, organizando el territorio en función de los usos agrícolas del suelo e instaurando un centralismo político y administrativo sin precedentes en la región. Los campamentos militares resultaron de enorme importancia como foco y estímulo para el desarrollo urbano y una nueva red de comunicaciones forzó a la sociedad indígena a moverse en el paisaje de una manera muy diferente a como lo había hecho hasta entonces. | Esta estrategia debió tener éxito sobre todo a partir de las guerras sertorianas (82-72 a.C.). Por entonces, los viejos núcleos ganaderos de Las Cogotas, La Mesa de Miranda o Ulaca comenzaron a despoblarse, a juzgar por la escasa presencia de materiales romanos hallados en su interior. La población debió trasladarse a la vega, seguramente al lugar que hoy ocupa Ávila, cuya aparente semejanza con la ciudad vettona de Obila mencionada por Ptolomeo ha originado una identificación hipotética con la ciudad actual. Aparecen entonces pequeños establecimientos en el llano, que irán ocupando los suelos más productivos Diversos hallazgos cerámicos procedentes del solar Ávila atestiguan una ocupación que podría llevarse a finales del siglo I a.C. Este hecho coincide con la escasez de restos en los poblados vecinos, habiéndose planteado la vitalización del primero a partir de estos últimos. El recinto amurallado medieval de la ciudad reproduce fielmente la estructura campamental romana y las intervenciones arqueológicas más recientes testimonian la ocupación del núcleo en época altoimperial. En cualquier caso, dentro de lo provisional que resultan las observaciones de un área de estas características, estaríamos ante un ejemplo de progresiva concentración de la población del valle en torno a un "lugar central", nutrido a partir de viejos núcleos indígenas que ocupaban posiciones más marginales. | siguiente ... | | |
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